Providencialismo irresponsable

Me comentaba una amiga, filósofa titulada ella, que una de las grandes tentaciones del hombre es el providencialismo irresponsable. Según iba explicando en qué consistía esa tentación, no pude por menos que anotar "España" en la hoja que uso para garabatear mientras escucho. Esperar demasiado, transmutar a un hombre en milagrero, la decepción si no construye cuanto esperamos de él… Llevar al límite la confianza, el “Dios proveerá”… Si esto con Dios es una irresponsabilidad ¿no lo es más con un jefe?

Es fácil descargarnos de responsabilidades con la certeza de que alguien que se preocupa porque el trabajo se haga, y se haga pronto y bien, saber que él acabará tomando las riendas del asunto. Improvisar chapuzas, sabiendo que él no nos va a dejar tirados sin el providencialista anunciado. Olvidarnos de nuestro deber de preparar el futuro porque ya se preocupará otro por nosotros y si no hay nadie que lo sustituya no abandonará.

Sinceramente, esperamos demasiado. Nos descargamos demasiado. Bien confiar en el buen hacer de nuestros jefes y compañeros, mal por el exceso de confianza. Hay cargas que no son sólo de uno, y si de verdad pensamos que sólo una persona puede hacer todo eso, que no es tarea de todos el seguir tirando de este rebelde carro, habría que plantearse si no estamos cayendo en la tentación de otro “ismo” irresponsable.

En España se han llamado “El Deseado”, el “Lenin Español”, el “Caudillo”, el Rey, el Líder... A la postre, simple miedo a la libertad que tenemos para decidir, dejando en manos de otros la educación de nuestros hijos, la dirección de nuestras ciudades, el futuro de nuestro mundo...todo nuestro destino.
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Políticos

Comienzan creyendo, leyendo, suponiendo que su líder histórico lo dijo todo sobre todas las cosas. Acaban saliendo en televisión, con periodistas elegidos entre el rebaño más próximo al pesebre de turno, diciendo vaguedades y frases de tarjetas de felicitación prefabricadas: Amar significa no decir nunca lo siento. Si comparamos las intervenciones televisivas en esas entrevistas vienen a decir siempre lo mismo unos y otros: nada.
   Hay otra raza de políticos, esos que dedican cada minuto sin cobrar, los que roban tiempo al trabajo, al ocio, a la familia –inevitable pagana de tantas vocaciones– para entregarlos a una causa y en momentos de desolación y desesperanza, como los que he visto vivir a un hombre, se preguntan para quién, con quién están haciendo todo.
   Hemos de extremar el cuidado, querido amigo, con esos ‘feroces revolucionarios’ de barra de bar y salón de mercenarias, que se llenan la boca con conceptos grandilocuentes y son pero no en hechos, sólo en palabras.
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Periodistas

Van estas palabras por vosotros que cuando veis nóminas escuálidas a fin de mes, cuando toca, sabéis lo que son, sólo palabras. No os preocupéis, para algunos, muy pocos, cada día menos, España va bien.
"Poesía para el pobre, poesía necesaria como el pan de cada día, como el aire que exigimos trece veces por minuto para ser, y en tanto somos, dar un sí que glorifique".
Pero somos periodistas, es decir, espías-bocazas, que se informan sobre cualquier cosa, arrancan datos, hechos y cifras para difundirlos a los cuatro vientos, somos una estirpe de informadores que terminaremos con los centros de espionaje a base de hacer transparentes las paredes de parlamentos, palacios, bancos...
Pero tenemos un peligro, una amenaza dentro de nuestras propias almas en llamas, considerarnos jueces de todo lo divino y lo humano. Muy al contrario, somos, ¿debemos ser?, embajadores de los hechos para ponerlos ante el tribunal de la opinión pública y que sea cada cual quien, con la información –toda– que obtenemos y proporcionamos se haga su composición de lugar. Es tan fácil colar de rondón opinión por información.
Nuestra vocación nos lleva a sacrificios duros: el abandono de la familia, de los seres queridos, del ocio, de todo cuanto es humano. Hemos hecho de las redacciones nuestros campamentos, comunas donde anidar en nuestro nomadismo profesional.
Es importante el talento y fundamental la cultura pero, en palabras de Gerda Hollundeer, “los periodistas necesitan saber en qué consiste el arte de una buena transmisión”.
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La mirada del fotógrafo

Cada uno tiene su estilo. Algunos piensan que el fotógrafo siempre lo es, aunque no vaya con la cámara por todas partes cada día. Lleva su mirada; mejor aún si lleva además una libreta. Va recorriendo lugares, anota los que quiere fotografiar, calcula la luz ideal, el momento del día, y vuelve a ellos ya con la cámara en el momento adecuado.

Ingredientes:
Mirada 24 horas
Libreta  18 horas
Cámara  1 hora
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A las órdenes del reloj

Un día más debí pronunciar palabras de ánimo sin creer en ellas. Las depresiones se extienden y contagian más que los constipados o las liendres en los colegios, democráticamente igualitarios: públicos y privados, demostrando el fracaso en lo humano de esta civilización, el vacío enorme de una sociedad sin utopías. El dormir embrutecido ayuno de sueños. Gente que se inventa a sí misma, coge su vida en piezas, como si fuera un rompecabezas de trozos aislados y lo ordena a su manera que no suele corresponder a la diseñada por el tiempo y el espacio. Tic, tac, hora de comer,; tic, tac, hora de laborar; tic, tac, hora de amar.
Otros inventan las piezas que creen les faltan. La gente se miente porque no se gusta a sí misma. Si fuera de otro modo, no inventarían tanto. Dudas que embargan a personas, incapaces de tomar decisión alguna. Todas las razones lógicas están del mismo lado, en el otro la ilusión, posiblemente sin futuro alguno, pero siempre tan poderosa.
La alienación del trabajo indeseable, el otro no es trabajo, es el precio que pagamos por vivir en la sociedad industrial compleja, por que no nos corte el cuello un hutu o un tutsi, por no ser ametrallados en una iglesia de San Salvador, bombardeados en Herat o extorsionados por la mafia rusa, sí por el Estado, sí por los vecinos, sí por la subcultura de lo “correcto”: “Esto está bien, esto está mal”.
La desgana aguarda para asaltarnos por sorpresa y extenderse vertiginosamente hasta hundirnos en la apatía de las “tristes multitudes de los metros”. Vagones donde nos miramos, cada día distinto pero igual. No, no nos conocemos. Ignoro qué os gusta comer, qué manías tenéis antes de acostaros: beber agua, bajar las persianas o qué y en qué pensáis en el Metro, ahí, enfrente de mi.
Un mundo rico plagado de rivalidades, envidias y duelos de poder mezquino. El mundo se agita de tarde en tarde y la actividad despierta a algunos del sueño cotidiano, ojos abiertos, sorprendidos, esperando el acontecer del próximo minuto.
Unos estudiantes pasan ante un furgón de antidisturbios ("yo dejé mis campos, vine a la ciudad; yo dejé el arado y cogí el fusil, después vino la traición"), encerrados como animales, aislados, esperando en el ahogo de sus jaulas hasta que el guardián del ergástula les derrame sobre quienes cantan, éstos saben la letra pero ignoran la música. Ellos resplandecen arriba, despreciando cortésmente todo lo que se mueve. “¡Ignorantes gobernados!” piensan los monclovitas. La lógica del poder, ¿se escribirá con jota? 
Durante una visita al grupo francés Zodiac, pregunté por lo insalubre del olor a pegamento por doquier, el patrón-director sonrió: “Buenos, estamos en Cognac y este licor produce los mismos efectos, ja, ja”. Quilapayún en el recuerdo: “Patrón, ese hombre que tirita tras tus reses, huella y harapos, patrón, sufriendo a veces, patrón, por tus intereses, ahí va tu peón”. Efectivamente el vendaval no tiene rienda. No hay quien lo detenga, pero es éste un mundo de brisas amañadas.
Quienes se mueven, herederos del mañana, llevan un mundo de uniformes o movilizaciones, mártires y asesinos. Quién está dispuesto a morir, está dispuesto a matar o es santo. Entre todo ello, una tupida red diaria, entre parejas y entierros con condenas que asquean.
Me refugio en Leonard Cohen y en los frutos de estas letras vomitadas sin coherencia, una hora más de motín contra el reloj que tanto desprecia el pagador. Tal vez así puedo conocer la sutil importancia de contemplar cómo la luz de la vela atrae a las mariposas. Ya no conservo la vieja ilusión de hacer la revolución y Tiabea se hundió en la última erupción del Krakatoa.
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