La ira de las legiones

No es un texto mío. Lo atribuye Jean Lartéguy, en "Los centuriones" a Marcus Flavinius, centurión de la segunda cohorte de la legión Augusta, a su primo Tertullus, en Roma.

"Nos habían dicho, al abandonar la tierra madre, que partíamos para defender los derechos sagrados de tantos ciudadanos allá lejos asentados, de tantos años de presencia y de tantos beneficios aportados a pueblos que necesitan nuestra ayuda y nuestra civilización. 
Hemos podido comprobar que todo era verdad, y porque lo era no vacilamos en derramar el tributo de nuestra sangre, en sacrificar nuestra juventud y nuestras esperanzas. No nos quejamos, pero, mientras aquí estamos animados por este estado de espíritu, me dicen que en Roma se suceden conjuras y maquinaciones, que florece la traición y que muchos, cansados y conturbados, prestan complacientes oídos a las más bajas tentaciones de abandono, vilipendiando así nuestra acción. 
No puedo creer que todo esto sea verdad, y sin embargo las guerras recientes han demostrado hasta qué punto puede ser perniciosa tal situación y hasta dónde puede conducir. Te lo ruego, tranquilízame lo más pronto posible y dime que nuestros conciudadanos nos comprenden, nos sostienen y nos protegen como nosotros protegemos la grandeza del Imperio. Si ha de ser de otro modo, si tenemos que dejar vanamente nuestros huesos calcinados por las sendas del desierto, entonces, ¡cuidado con la ira de las legiones!". 

@unosolosoy
Leer más...

La ikurriña y la luna

Gustavo Morales
Publicado el 19 de noviembre de 2004 en El Rotativo

En la noche de los tiempos, el terrorismo tuvo su mito en los famosos hassisins de Hassan Sabah, el viejo de la montaña. Estos fumadores de hachís, que dieron origen a la palabra “asesino”, servían al chiísmo amenazando tanto al Califato como al Sultanato islámico.

Años después, con el auge de los nacionalismos aldeanos, el terror se hizo étnico y reivindicaba al “yo” demonizando al “otro”, al diferente. Porque el terrorismo se basa en deshumanizar al enemigo, considerarle untermench, infrahombre. El nacionalismo pacato requiere ser diferente y para ello no duda en culpabilizar al “otro” de cuanto acontece, incluso al modo italiano: piove, ¡porco goberno! Pero en ese ranking de la muerte el nacionalismo se ha visto superado de nuevo por una corriente universal de ideologías armadas y cruentas. A los gudaris del tiro en la nuca los relevan los muyahidines de la bomba indiscriminada. ¿Indiscriminada? No, desde su punto de vista todos los muertos del 11 S y del 11 M son culpables, son kafar, infieles cristianos. A las células del terror islámico todos los cristianos les parecemos culpables.


A los criminales de ETA todos los “españolazos” también les parecemos “objetivos militares legítimos”. Y ahí no terminan las coincidencias. El mercado negro de armamento, de documentación falsa, de entrenamientos, etc. están internacionalizados y allí se encuentran los militantes de la muerte comprando y vendiendo. En publicaciones estatales, como el Tehran Times, aparecía no hace mucho ETA en la página de “Movimientos de Liberación”. En los alrededores de Basora, en el Irak meridional, en los años ochenta instructores cubanos entrenaban a “guerrilleros” sudaneses, irlandeses, españoles del Cantábrico, etc. El simplón argumento de una inexistente colaboración entre terrorismo marxista e islámico se derrumba cuando recordamos los encargos que el Ejército Rojo nipón realizó para facciones de la OLP ametrallando las líneas de El Al en Roma o al colombiano marxista Carlos secuestrando a los ministros del Petróleo de la OPEP en Viena. Por cierto, Carlos Ivan Ilich, que se refugió en el Sudán islámico, se ha convertido al Islam en las prisiones francesas. Para un terrorista es fácil pasar de Lenin a Mahoma, la bomba es la misma.



Leer más...