En nombre del Senado

Para muestra, un botón. El Senado español tiene traductores de catalán, gallego, valenciano y patúa (vasco inventado). Los de gallego llevan siete meses sin traducir nada ni a nadie. La de valenciano ayuda a los de catalán porque tampoco tiene mucho trabajo. El caso es que muchos son de fuera y cobran dietas, alojamiento y comida cada vez que tienen que venir a hacer algo o a no hacer nada. 
Cada sesión nos cuesta a los españoles más de seis mil euros. Dietas, pago de traducciones y pasar luego por escrito las intervenciones. Además de lo que se gastaron en pinganillos y en instalar el sistema de comunicaciones en cada escaño. Si fuera la ONU tendría sentido pero todos los senadores hablan un idioma común. El gasto es superfluo e impuesto por los secesionistas. 
A eso se suma que el restaurante del senado es de cuatro tenedores y ofrece un menú de diez euros, lo que falta por pagar se abona también con los impuestos crecientes de los españoles. Añadan piscina y gimnasio en esa institución inútil y onerosa. No hay dinero para los ancianos, los enfermos, los estudiantes pero sí para gastarlo en tonterías.
Delenda est Senatus 

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