Publicado el 19 de noviembre de 2004 en El Rotativo
En la noche de los tiempos, el terrorismo tuvo su mito en
los famosos hassisins de Hassan Sabah, el viejo de la montaña. Estos fumadores
de hachís, que dieron origen a la palabra “asesino”, servían al chiísmo
amenazando tanto al Califato como al Sultanato islámico.
Años después, con el auge de los nacionalismos aldeanos, el
terror se hizo étnico y reivindicaba al “yo” demonizando al “otro”, al diferente.
Porque el terrorismo se basa en deshumanizar al enemigo, considerarle
untermench, infrahombre. El nacionalismo pacato requiere ser diferente y para
ello no duda en culpabilizar al “otro” de cuanto acontece, incluso al modo
italiano: piove, ¡porco goberno! Pero en ese ranking de la muerte el
nacionalismo se ha visto superado de nuevo por una corriente universal de
ideologías armadas y cruentas. A los gudaris del tiro en la nuca los relevan
los muyahidines de la bomba indiscriminada. ¿Indiscriminada? No, desde su punto
de vista todos los muertos del 11 S y del 11 M son culpables, son kafar,
infieles cristianos. A las células del terror islámico todos los cristianos les
parecemos culpables.
A los criminales de ETA todos los “españolazos” también les
parecemos “objetivos militares legítimos”. Y ahí no terminan las coincidencias.
El mercado negro de armamento, de documentación falsa, de entrenamientos, etc. están
internacionalizados y allí se encuentran los militantes de la muerte comprando
y vendiendo. En publicaciones estatales, como el Tehran Times, aparecía no hace
mucho ETA en la página de “Movimientos de Liberación”. En los alrededores de
Basora, en el Irak meridional, en los años ochenta instructores cubanos
entrenaban a “guerrilleros” sudaneses, irlandeses, españoles del Cantábrico,
etc. El simplón argumento de una inexistente colaboración entre terrorismo
marxista e islámico se derrumba cuando recordamos los encargos que el Ejército
Rojo nipón realizó para facciones de la OLP ametrallando las líneas de El Al en
Roma o al colombiano marxista Carlos secuestrando a los ministros del Petróleo
de la OPEP en Viena. Por cierto, Carlos Ivan Ilich, que se refugió en el Sudán
islámico, se ha convertido al Islam en las prisiones francesas. Para un
terrorista es fácil pasar de Lenin a Mahoma, la bomba es la misma.
Sencillamente brutal: ¿de donde sales, Hombre que busca? Capitán Trueno. Barcelona. 17-11-13
ResponderEliminar