Los hechos heroicos en la guerra del 98 eran tales que hasta los
oficiales del enemigo gringo escribían en periódicos y cartas sobre el coraje
de los españoles ante la muerte. Cuando cae en combate el comandante Rafael
Martínez Illescas, el capitán Harry Alvan Hall, jefe de la fuerza
estadounidense que se ha batido contra los españoles en Coamo (9 de agosto de
1898), escribe a la viuda de Martínez Illescas, encomiándole el valor de su
marido:
"Su muerte fue la de un héroe. Señora, el
dolor inmenso que la sobrecoge debe mezclarse con la íntima satisfacción que ha
de producirle saber que su esposo, hasta en su manera de caer, demostró que era
el tipo legendario del soldado ideal.
Le suplico tenga a bien perdonar la intención de
quien, como yo, formaba parte de las fuerzas adversarias; pero la admiración
hacia el enemigo intrépido y valeroso es privilegio del soldado y una de las
pocas satisfacciones de la guerra, y yo entiendo que es mi deber rendir este
tributo a la memoria de aquel héroe.
Quedo de usted atento y s.s.,
Harry Alvan Hall, capitán del 16º Regimiento de
Pennsylvania, USA".
El coronel Willis J. Hulings, jefe del 16º
Regimiento de Pensylvania, declaró al editor de El Día, Nueva York,
20 de junio de 1915: "Yo había observado que durante la acción, un oficial
español no había cesado de recorrer a caballo y a paso lento toda la línea de
combate, bajo el nutridísimo fuego de mi fuerza, viendo caer hombres muertos y
heridos a sus inmediaciones. A pesar de todo, el gallardo e intrépido oficial
continuó pasando tranquilo y sereno entre sus hombres, a través de aquel
huracán devorador, hasta que una bala le derribó.
Quise conocer el nombre de aquel héroe, para de su
bizarría dar testimonio después a sus compañeros; el caballero, singularmente
hermoso, tendido allí, victorioso aún en la derrota, ¡era el jefe de las
fuerzas españolas!". Las declaraciones tardaron en ser publicadas porque el clima bélico existente en la prensa de Estados Unidos durante la guerra impuesta contra España no permitía esos gestos de caballerosidad, al menos en los medios de comunicación de William Randolph Hearst.
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