El turno de partidos a finales de la monarquía de Alfonso
XIII agravó el clientelismo político, la corrupción, el caciquismo en distintas
tierras y profesiones. Lo insalubre de esa casa con puertas y ventanas cerradas
llevó al crecimiento de la respuesta violenta de la izquierda. Como la escena
internacional lo permitía, casi estaba de moda, Alfonso XIII permitió el golpe
de Estado del general Primo de Rivera, presumiendo que era su Mussolini. Era
dar pedales a la bicicleta cuesta abajo y se estrelló un 14 de abril de 1931.
El turno de partidos en los inicios de la monarquía de
Felipe VI es la versión moderna y virulenta de aquel otro turno. Su diagnóstico
es el mismo. Peor en cuanto el clientelismo se multiplica al generarse aquí 17
administraciones distintas, creciendo exponencialmente los casos de corrupción.
Con un corrector de la ley electoral los nacionalistas vascos y catalanes han tenido una presencia en el parlamento superior a sus votos, permitiéndoles jugar como partidos bisagra y entregando trozos de soberanía por votos en la aprobación de los presupuestos o de una ley concreta. Escribió Gramsci: "Tomen la educación y la cultura, y el resto se dará por añadidura".
La inserción de España en distintos organismos internacionales: ONU,
UE, OTAN, OCDE resta al Estado soberanía por arriba y las comunidades autónomas
le vacían de contenido por abajo. Aquí no es importante lo ácido y disolvente
que sea el mensaje sino que cumpla con la normativa vigente. La casa parecía tener de nuevo puertas y ventanas cerradas, sometida a la presión creciente del desempleo, la crisis, los desahucios, el hedonismo y el que venga detrás que arree.
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