Meterse con los funcionarios ya está bien, es un tópico
manido, un chiste recurrente. Muchos trabajadores en sus empresas, en horas de
trabajo, se pasan el día hablando de lo bien que viven los funcionarios; salen
a tomar café para criticar lo poco que trabajan los funcionarios. Fuman en la
puerta del curro señalando a los carteros, a los barrenderos, a los servidores
públicos. Y así se tiran todo el santo día. Habrá algunos funcionarios que se
lo merezcan pues de todo hay en la viña del Señor. Pero yo he encontrado vagos
peores en los diarios, en las revistas, en la universidad privada–cuanto más
alto el puesto, más vagos-, entre mis vecinos. El número de cuantos no cumplen
con su obligación es alto pero no se circunscribe a la función pública, está en
todas partes.
Los funcionarios son los que trabajan la cosa pública, la de
todos; los que tramitan las relaciones de los ciudadanos con el Estado, los que
facilitan la tarea… Los funcionarios apagan incendios que provocan ciudadanos
privados; se enfrentan a tiros con delincuentes y narcotraficantes que los
tachan de racistas y fascistas; escalan montañas para salvar a un excursionista
torpe o desafortunado, los funcionarios conducen ambulancias, mantienen
operativos los hospitales públicos, enseñan a las futuras generaciones en
colegios, institutos y universidades públicas. Por cierto, estas últimas tienen
mayor calidad que muchas de las privadas, por no decir todas.
Me contaba el padre Oltra que fue a cobrar su último sueldo
a un banco estatal alemán en Berlín, en 1945. Las tropas soviéticas estaban
asaltando el barrio a menos de 300 metros. Sangre, fuego y acero. El
funcionario alemán estaba en la ventanilla, cumpliendo con su deber y el padre
Oltra cobró su última paga como capellán, mientras se acercaba el rugido de los
carros de combate T-34.
Atender al público es duro, lo sabe cualquiera aunque no sea
funcionario. Hay de todo y escuchas de todo. Al cajero de la Dirección General
de Tráfico le decían muchas lindezas en la ventanilla de las multas y éste
seguía trabajando con estoicismo mientras le espetaban: “ladrón, sinvergüenza,
¿qué comisión de las multas te llevas tú?”. En Tráfico decidieron retirar al
hombre adusto que trabajaba rápido y bien. Pusieron en la ventanilla a otro muy
amable y educado, que dedicaba media hora a cada persona que llegaba a la
ventanilla: Las colas bajaban por las escaleras y seguían por la acera de la
calle. Los gritos del público eran peores y más fuertes. Volvieron a poner al
funcionario casi mudo y eficaz en la ventanilla y se acabaron las colas y
volvió a ser el único receptor de insultos que, en realidad, le hubieran
correspondido al director de Tráfico, al ministro del Interior y al presidente
del Gobierno.
Además, sus sueldos suben menos, los congelan y los bajan.
¿Qué nosotros pagamos su salario? Sí y también las subvenciones a grupos gays
de Zimbawe, los pagos de los rescates, los sueldos y gabelas de los políticos y
once millones a Marruecos, olvidando a los funcionarios de policía humillados y
ofendidos en la frontera de Melilla con la barbarie.
¿Qué hay muchos funcionarios? Porque las administraciones se
han multiplicado por 17 gobiernos de taifas pero eso tampoco es cosa de los
funcionarios, seamos serios. Además, los funcionarios aprueban una oposición, los asesores no.
Hola, me gustaría saber si se refiere al padre franciscano Miguel Oltra.
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