Los medios de comunicación han ido relevando a otros
instrumentos caducos de control de masas e incluso a gobiernos locales que ya
no deciden sobre su destino, muy especialmente desde que a mediados del siglo
XX llega la televisión, donde prevalece el hecho de ver sobre el hecho de leer.
De forma paralela, la economía financiera ha sustituido a la real. Tienen más
poder los gerentes de los fondos de pensiones que deciden abandonar un país y
limpiarlo de capitales que el gobierno de esa nación.
Los clásicos aparatos coaccionadores: policía, ejército, pierden poder ante las máquinas ideológicas, prensa y publicidad, que crean o destruyen consensos. La globalización implica la emergencia de nuevos actores y la reducción de otros a simples metáforas del poder más clásico.
La democracia funciona mejor cuanto más distribuido está el
conocimiento y la propiedad entre los ciudadanos, difuminando el poder en los
municipios y las sociedades. Mantener la ignorancia es perpetuar el dislate de
cuantos aún confían en los marrulleros de la partitocracia monopolista,
refractarios a la democratización de la inteligencia y la justa distribución de
la riqueza. Lincoln dijo que la ausencia de grandes fortunas, junto con
restricciones legales sobre la herencia, dificultarían el inmovilismo de las
castas sociales, sin mencionar la expectativa cultural de que todos deben
ganarse la vida y que los privilegios heredados fomentan la pereza y la
irresponsabilidad. El abismo creciente entre la riqueza y la pobreza descansa
en la tendencia de ambas a convertirse en hereditarias.
La mística del mercado y la soberanía del consumo determinan
precios y costes, corrompen a políticos y manipulan la respuesta del
consumidor. Los hombres con dinero compran a los hombres con poder, tendencia
permanente de la economía a colonizar la política. El secretario general del PC
Chino ha recibido más veces a Bill Gates que al presidente de Estados Unidos.
Un dios domina, absolutista y celoso: el mercado ¿libre?,
quien ejerce una presión casi irresistible sobre todas las actividades para
justificarlas en los únicos términos que reconoce: convertirse en negocios,
privatizar beneficios y socializar pérdidas. El trabajo no remunerado de las
amas de casa y los voluntarios sociales y el malamente pagado de los
trabajadores lleva el estigma de la inferioridad social cuando el dinero es la
medida universal del valor.
Nos rebelamos contra la producción multinacional y
su maridaje político, no sólo por su injusticia, sino porque debilitan el
espíritu de confianza de las comunidades y de las naciones.
No hay comentarios:
Publicar un comentario