Notas de David Jato

Subrayado de libros de Jato


O nosotros somos una manera nueva de entender la vida o no somos nada.
     Por ello, no podemos quedarnos en la primera parada cómoda del camino. ¡Al demonio las venteras sonrosadas y fáciles! Que aún nos quedan muchos kilómetros de polvo y sudor.
     Tenemos que volver a los tiempos crudos, en los que el sol y la lluvia se llevaban el color de nuestra camisa. En los que el sueño era bendición de nuestro esfuerzo y la mañana nos obligaba a rezar a San Pablo.
     Otra vez a la calle, a tapar con nuestro cuerpo la mano rota de la inconsciencia de los españoles.
     Porque estamos quietos, sí. ¿No sientes cómo el enemigo intenta cercarte? ¿Que tu mundo está lejos? ¿Que tus ideas no corresponden a tu trabajo?
    Estamos descontentos. Desesperadamente descontentos. Nuestros gritos se ahogan entre cuatro montes. Nosotros, que nacimos para cabalgar sobre el mundo; para que no hubiese meridiano sin hora española; para estar allí donde se nos ofendiese y pelear donde faltase una cruz, tenemos que mordernos los puños y ponernos freno y aprender a esperar y transigir y, mil veces peor, gritarnos unos a otros ¡Somos sensatos! Pues bien, ¡sí! Pero por una vez y sin que nos lo cuenten como precedente.
     Y, entonces, al museo eso de honra sin barcos y el honor por encima de todo y derrotas gloriosas. No queremos más gloria que la ganada, haciendo doblar la rodilla al enemigo, ni más honor que el de los arcos triunfales. A la cloaca todas las historias de aquí y de allá, en las que la caballerosidad española era el premio de nuestra bobería; preferimos biografías de líderes fríos, calculadores, que saben esperar, con calma de años, el momento de ordenar el asalto, a esas limosnas con que socorren nuestra indigencia los eruditos de otros países, sobre capitanes que saben perder, que juegan siempre limpio, que sólo tienen un triunfo en la mano. Ya es hora de que sólo sepamos ganar y tengamos todos los triunfos en la mano. Pues si clavamos las banderas en la cima ya se encargarán, miserables de todas las tierras, de cantarnos en todas las métricas y con todos los superlativos.

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