Cuando éramos soldados: la Legión

En la Legión, aún recluta, me pusieron en manos el instructor Trinchón. Le hubiera sentado mejor el traje de huno crecidito que el chapiri legionario. La cara redonda y barbilampiña, el gesto hosco con el ceño fruncido y los labios proyectados hacia delante. Curtido de muchas horas de imponer el paso de rana a un pelotón, que corre en cuclillas con el fusil cogido sobre las cabezas. Es un ejercicio magnífico para la articulación de cadera que ahora se usa apenas con los inodoros. Le asistía al instructor Trinchón un ayudante, ¡ayudante de legionario raso instructor!, con bigotes ingleses y ojos verdes cuya imagen recordaba a un tigre. Le sentaba mejor el uniforme. Tenía una querencia por Egipto y por la India realmente británica. Tengo por ahí una foto con él en la puerta de un mesón.

http://www.youtube.com/watch?v=mOOIFQ7BKcU


Los de la música eran banda aparte. Un corneta rubio cuyo perfil germano tocando silencio se recortaba en el patio de armas. El percha ario tenía un acento andaluz, era conocido por "Malaguita", que hacia recordar las emigraciones de germanos a Jaén en el siglo XIX, cuando los liberales creían que era cosa de los andaluces y no del calor. Hay otros nombres y muchas historias como el Cabo Guaje y el Maño del Mesón. Lo de los nombres no importaba mucho hasta Narcís Serra. En todo caso, da igual, pues a pesar de haberlos oído citar cada mañana y cada noche al pasar listas mes tras mes, se pierden casi todos. No otros como Pons Sabarich, a algún sargento retrancado se le atragantaba la pronunciación y procedía al reparto de pescozones. No era mal chico, Pons, un tal Jordi Pujol fue su padrino de boda en Barcelona. Lo suyo era mezcla de ruina y desengaño, hombre refinado vino a la Legión a degradarse y se bebía hasta la colonia literalmente. Al final, acabó haciéndose a la vida militar por el orden que imponía en la suya propia, algo parecido le sucedía a Lawrence de Arabia.

http://www.youtube.com/watch?v=WZvO_AMZsmY



El cabo Serafín, que había sido de Fuerza Nueva, me reconoció un día por el cuartel y recordó unos mamporros que le di en la Facultad de Derecho, no facilitó mi confort aunque contribuyó en gran manera a enfrentarme con éxito al problema de la limpieza de amplias superficies.

El Cartero era el legionario más privilegiado de todos los tercios. Tanta libertad le llevó al pelotón de castigo donde le curaron de todas sus adicciones excepto de la ironía. Era sobrino de Lluys Santa Marina. El cabo primero de esa triste unidad se entretenía en tirar al blanco con una pistola del nueve largo contra el edificio donde dormían los legionarios penados. Dormían directamente sobre los somieres metálicos, sin colchones, con una manta que o abrigaba por encima o aislaba de los hierros por debajo. A elegir.

El Bici era de la guardia fija e iban de duros. Como el consejo era aguantar, cuando me atropelló una mañana: ¡paso a la guardia!, me enfrenté y de los puños nacieron varios cardenales, que desaparecieron, y una amistad que aún dura. Protagoniza muchas anécdotas de nuestra vida militar. Estábamos convencidos de no reengancharnos pero la formación de un ciudadano concreto exige el servicio de las armas, nuestro concepto romano de la existencia: Quienes dicen que no puede hacerse que no obstaculicen a quienes lo hacen.

http://www.youtube.com/watch?v=Xzt7v3l82vc

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