MANUAL DEL BORDE

Ser borde no está al alcance de cualquiera, la chabacanería, prepotencia o el proxenetismo son groseros y falaces, no pueden ser de otra manera. Las víctimas de la Logse y de TV se cuentan por millones. La agresividad con un fin, sustraernos la cartera o rompernos la cara, no es ser borde sino atracador o chulo. Por el contrario, el borde elige, opta libremente por esa actitud sabiendo que existen otras. Eso quiere decir que, para poder contravenirlas, hay que conocer al dedillo y con la naturalidad que da el uso las normas de la cortesía. Como éste no es el lugar para ello, el lector aspirante puede completar su formación en urbanidad consultando cualquier obra, exceptuando la de los cursis con orejas y sarasas empecinados.
Para entender a un borde, es necesario comprender la perfecta sinfonía que emana de la siguiente historia, mira que te diga: Preocupado por la sífilis entras al consultorio. El médico pregunta cuándo fue la última relación mientras examina el pito. "Ahí fuera, con la enfermera, hace un momento". No tiene que ser verdad, seguro que no lo es, pero es que el matasanos lo está pidiendo. Es importante que ocurra así y no vayamos para hacer que ocurra. Medita sobre eso.
Al telefonear resistiremos la tentación de seguir estrictamente las instrucciones del hablante.
-Dígame.
-Me (o game si os tuteáis)
Muy sobado ya. Prohibido del todo.  En eso del teléfono, hay quienes llaman soltando eso de "¿con quién hablo?", así, de entrada, se le contesta: "Ud. sabrá a dónde ha llamado". No hay que colgar, porque el impacto de este primer golpe deja espacio para encajar un par de opercout más:
- ¡Oiga! ¿de qué color lleva usted los calcetines? Increíble, es usted un hortera, señor -colgamos.
Si la llamada es comercial uno espera a que termine de contar todo el rollo el operador invasor de nuestros lares y, al final, le decimos: bien, pero estos temas en mi casa los lleva otra persona, espere un momento por favor. Dejas el teléfono descolgado y te vas a poner en antecedentes a quien haya por casa que coge el teléfono y escucha el mismo rollo. Al terminar, se contesta: Ah, es un tema de telefonía/gas/seguros o lo que sea. Eso lo lleva otra persona. Sea tan amable de esperar. Y así hasta que el llamante cuelgue, al menos el teléfono.

EL BORDE EN CASA
El borde, cuando le da por abrir la puerta de su casa, las menos de las veces, abre con el portero automático y deja la puerta abierta; en una carrera frenética por disponer el decorado, simula proseguir con actividades tan aleccionadoras como darse baños de pies en una palangana desportillada, vestido con una chilaba y barba de tres días, ojo, esto último no se improvisa. Farfullando con la colilla en los labios, se ofrece con un vuelo de la mano señalando el agua turbia donde sumergimos los pies:
- ¿Gustáis?
- No, no, gracias. Si ya nos íbamos.
En caso de que algún incauto pida algo, ¡ni agua! Algunos preguntan por ello. "¿Tienes algo de beber?", se replica que sí y se continúa la charla o lo que demonios estuviéramos haciendo. Si dicen aquello de "¿puedo ir al servicio?", se contesta que no con toda naturalidad. Sin resultado a la larga, porque los íntimos se acostumbran y cogen ellos mismos las primeras copas que encuentran, con lo que el borde se ve obligado a contemplar cómo perpetran el deleznable gesto de beber whisky en vaso alto y con jerseys de rombos. Acto seguido, se lían con el jamón y el gazpacho, sacrificándose en pro de tu figura, dicen. De forma amistosa te ofrecerán tabaco. Hay una frase que siempre me ha producido una viva satisfacción, hay que repetirla pedagógicamente hasta que los demás lo hagan por ti. Cuando la hayan oído cien veces, una sola mirada bastará para hacerles entender. ¡Todo sea por educar a la plebe!:
-¿Quieres un cigarro?
-¿Te lo ha pedido alguien? ¡métetelo por el culo!
Lo soez de la respuesta, va acompañado de un gesto de imperial desdén. Atención, es posible que te sacudan.

EL BORDE Y LA FAMILIA
En la Legión conocí a un sargento que, estando de guardia de puerta, vinieron a verle su mujer y sus niños, el sargento impertérrito llamó al cabo de guardia y ordenó que echaran con cajas destempladas a los civiles que había en esas dependencias militares. Y los sacamos a punta de bayoneta del Cuerpo de Guardia. Vuelve el hombre y apesta.

EL BORDE Y ELLAS
La miras y la dices: mira, muñeca, no quiero ser tu príncipe azul sino el error que cometiste anoche.


Continuará, o no, lo que me dé la gana

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